Han pasado más de cuatro años desde que Alberto López se acercara al stand de Reikiavik Ediciones en la Feria Esotérica de San Sebastián para hablarnos de la canalización. Resulta que hasta ese momento nosotros ignorábamos todo, o casi todo, sobre esta capacidad para conectar con los llamados seres de luz. En el camino espiritual es recomendable andar con cierta precaución o sensatez, pero al mismo tiempo equilibrar la andadura con una mente abierta y una sana curiosidad.
Eso es lo que ocurrió para que publicáramos Las raíces del alma, pues abrimos nuestro corazón a un libro ‘no escrito’ sino canalizado. Alberto no se define a sí mismo como escritor, sino como un canal por donde llegan los mensajes directos de la divinidad. Entonces uno espera encontrar a una especie de santo o gran sanador, gurú o maestro de las energías, y resulta que te encuentras con alguien normal y los estereotipos salen pitando. Uno se percata de que las personas ordinarias tienen capacidades extraordinarias y que solo hace falta tomar conciencia para conectar con nuestra verdadera esencia.
Nuestro origen energético
Desde la perspectiva espiritual se cuenta que todos somos almas que en un momento dado encarnan para tener una experiencia humana. En este sentido, el cuerpo sería un vehículo para vivenciar esta dimensión de temporalidad lineal. Un recipiente que al final de la vida debemos abandonar para regresar a nuestro ámbito natural energético. Siendo esto así, es razonable que dentro de nuestras capacidades innatas esté la de conectar con aquello que somos de forma más genuina. Canalizar sería una de ellas.
Según Alberto López, “canalizar es en cierta forma sembrar, compartir unas semillas cuyo contenido en realidad desconocemos. […] La canalización va dirigida a nuestra unidad, a nuestra energía, a nuestra aura, a nuestros chakras. A nuestra verdadera y auténtica naturaleza espiritual y eterna. Y también va dirigida a nuestro aspecto egoico…” , (Las raíces del alma, pág 29). En otras palabras, canalizar es una apertura a nuestra dimensión espiritual para vivir de un modo más armónico e integral todas las facetas que nos conforman, pues somos mucho más que materia física, emociones y mente.
Dicen entonces que, en esa conectividad con nuestra alma, o los guías o los seres de luz, tenemos acceso a una visión más amplia de la realidad, a herramientas de crecimiento personal y a una linterna que arroja luz en nuestro caminar. Es el ámbito del vacío del que hablan los meditadores, ese lugar del que surgen las formas, las ideas, las inspiraciones y que es potencialidad pura. En realidad, es como un baúl de recursos infinito que la humanidad posee sin excepción.
Somos Uno
Además, si somos Unidad, con mayúscula inicial, la voz de los guías también es la nuestra. Todos bebemos del mismo río, provenimos de un mismo lugar y compartimos una misma savia, aunque sea difícil de entender para el ego. Evolucionamos y aprendemos en conexión con nosotros mismos y con los demás. Es la forma natural de avanzar, cooperando, sirviendo y abrazando lo propio y lo ajeno.
Visto así, libros como Las raíces del alma son, más que una lectura, un despertador de consciencias. El texto, que habla de las fases por las que pasa un alma en sus distintas encarnaciones, nos conquistó porque está escrito en un lenguaje que entienden los corazones. Es ese idioma universal, pura sabiduría, aplicable a cualquier persona, circunstancia y momento, y que queda más allá de creencias o ideologías.
Volver a sus páginas es como abrir el libro de tu alma o mirarte en un espejo desde tu silencio más profundo. De vez en cuando nos gusta revisitarlo por cualquier capítulo, tanto da, para ver qué tiene que decirnos y enseñarnos. Es quizá una forma de testar los escritos valiosos, aquellos que jamás caducan, porque van dirigidos a esa parte que nunca muere, que nos sostiene y nos completa. Canalizar, a fin de cuentas, alude a una espiritualidad que siempre incluye lo humano.